El suicidio es un reto social al que no podemos seguir dando la espalda. Sin embargo, el estigma asociado al suicido lo convierte en un tema “tabú” del que nadie quiere hablar. Este aura de secretismo y miedo favorece la aparición de numerosos mitos y falsas creencias sobre el suicido que dificultan su prevención. Por ello, en el año 2020, la Mental Health Europe (MHE) declaró que erradicar los mitos y falsas creencias sobre el suicido era un aspecto fundamental para la prevención y educación social. Desmentir estos mitos y falsas creencias no solo reduce el estigma, sino que nos ayuda a saber cómo actuar en ese tipo de situaciones. Por ello, en este artículo resumo los diez mitos y realidades más comunes sobre el suicidio.
- Mito 1 – “Hablar sobre el suicidio puede incitar a que lo realice”. Uno de los grandes mitos del suicidio es pensar que hablar del tema puede incitar el riesgo del suicidio. Esta creencia solo infunde temor y favorece que la persona afectada lleve solo/a esa carga sobre sus hombros al no saber con quién hablarlo. Sin embargo, está demostrado que hablar del suicidio reduce el riesgo de realizarlo. Hablar abiertamente sobre el suicidio ofrece la oportunidad de liberar tensiones y reconsiderar la decisión, descubriendo soluciones alternativas que habían pasado inadvertidas.
- Mito 2 – “Las personas que hablan del suicidio solo buscan atención” o “el que se quiere suicidar de verdad no lo dice”. Muchas personas piensan que cuando alguien habla de sus intenciones suicidas solo lo hace para llamar la atención, por lo que es mejor no tomarlo en serio. Interpretan esas amenazas como chantajes, manipulaciones o alardes de valentía. Esta creencia genera una actitud de rechazo y desprecio hacia las personas que piensan en quitarse la vida y favorece que bajemos la guardia ante posibles riesgos y señales de alerta. Un dato esclarecedor: de cada 10 personas que se suicidan, 9 manifiestan sus propósitos de manera más o menos clara (con palabras, gestos, cambios de conducta,…). Siempre hay que tomar en serio cuando una persona manifiesta su intención de quitarse la vida. A veces amenazar con el suicido es la única forma que encuentra la persona de pedir ayuda y mostrar que se encuentra al límite. Las personas con conductas suicidas se suelen sentir solas y necesitan apoyo emocional, por lo que esas “amenazas suicidas” deben ser interpretadas como una petición desesperada de ayuda profesional.
- Mito 3 – “El que se suicida tiene un trastorno mental o está deprimido”. Para muchas personas el suicidio es sinónimo de “enfermedad mental” o depresión. Aunque los datos sugieren que las personas con trastornos mentales, en especial la depresión, se suicidan con mayor frecuencia que la población general, la realidad es que no es necesario padecer ningún trastorno para hacerlo. Dicho en otras palabras: no todas las personas con problemas de salud mental presentan conductas suicidas, y no todas las personas que se suicidan presentaban un problema de salud mental. Aunque nos asuste reconocerlo, el suicidio puede afectar a cualquier persona. Por ejemplo, una persona en apariencia sana experimenta una serie de sucesos vitales estresantes en poco tiempo, junto con ciertos rasgos de personalidad impulsivos, una vida solitaria y el abuso de alcohol tendríamos el coctel perfecto para incrementar el riesgo de suicidio. Lo único claro es que todo suicida es una persona que sufre, tenga o no un trastorno mental.
- Mito 4 – “El que se suicida desea morir”. Este es uno de los mitos más extendidos sobre el suicidio. Esta creencia suele emplearse para justificar el suicidio de una persona, argumentando que era elección personal y que no se podía hacer nada. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones el suicida está ambivalente, desea morir como una forma rápida de acabar con su sufrimiento porque no es capaz de ver otras alternativas a sus problemas. Es importante recordar que las personas que quieren suicidarse no quieren morir, lo que quieren es dejar de sufrir. Por eso es tan importante hablar con esa persona, invitándole a que reconsidere la situación y ofreciendo nuestro apoyo para buscar juntos otras alternativas y cambiar su vida.
- Mito 5 – “El que intenta suicidarse es un/a cobarde”. Esta creencia tan extendida equipara el suicidio con una cualidad negativa de la personalidad. Muchas personas lo usan como una forma de “retar” a la persona suicida, convencidos de que si le retan evitarán que la persona lo haga. Muy lejos de la realidad. Las personas con conductas suicidas no son cobardes, solo son personas que sufren y están desesperadas. Retar a un suicida o desafiarle criticando su valentía es un acto irresponsable que podría desestabilizar aún más a la persona y favorecer su impulsividad.
- Mito 6 – “El suicidio no se puede prevenir porque es impredecible”. Muchas personas piensan que no es posible prevenir o anticipar que una persona se iba a suicidar. Sin embargo, esta creencia proviene de un gran desconocimiento sobre las manifestaciones y las señales de alarma del suicidio. Como encionaba anteriormente, la mayoría de personas que se suicidan expresan de manera más o menos clara sus intenciones a través de palabras, amenazas, cambios de conducta,… Nuestra labor social es aprender a leer esas señales de alarma para actuar rápidamente y prevenir riesgos. La conducta suicida suele seguir un proceso escalonado: primero aparecen las ideas de muerte, luego pensamientos suicidas, a continuación la persona diseña un plan, después se hace con los materiales para ejecutar dicho plan y finalmente lo intenta llevar a cabo. De forma que existen muchos estadios previos al suicidio donde podemos actuar y prevenir que suceda. Si estás interesado/a en aprender más sobre los factores que favorecen la conducta suicida, las señales de alerta y aprender cómo actuar en este tipo de situaciones, puedes leer el post “Hablemos del suicidio”.
- Mito 7 – “El suicidio se hereda”. Esta creencia nos lleva a pensar que el suicidio está determinado por la herencia genética, y verlo por tanto como algo inevitable. Aunque los datos muestran que el suicidio es más probable en familias con antecedentes previos de suicidio, la realidad es que no existe evidencia científica que permita afirmar que el suicidio se herede. Lo que se hereda es cierta predisposición a padecer algunos trastornos mentales en los que el suicidio es más probable (ej. depresión), pero eso no quiere decir que se herede el suicidio. Aunque haya un caso previo de suicidio en la familia, existen una serie de factores protectores que protegen de dicho riesgo (ej. buenas habilidades de comunicación, regulación emocional, una buena red de apoyo social, buena autoestima,…).
- Mito 8 – “Solo los ancianos se suicidan”. Esta creencia es una forma de autoengaño que intenta negar la triste realidad del suicidio a edades tempranas de la vida. Aunque los ancianos realizan menos intentos autolíticos que los jóvenes (ej. cortes o hacerse daño), suelen emplear métodos más efectivos para intentarlo, lo que los convierte en una población más letal.
- Mito 9 – “El riesgo de suicidio se reduce cuando la persona se siente mejor”. Aunque parecería lógico pensar que cuando la persona se siente mejor podemos respirar tranquilos, esto sería un grave error. A veces las personas con conductas suicidas se sienten aparentemente mejor porque han tomado la determinación de acabar con su vida, sintiéndose aliviadas porque el dolor desaparecerá pronto. Casi la mitad de los suicidios consumados se producen después de los tres meses de la “crisis suicida”, cuando todo su entorno creía que el peligro había desaparecido. Esto se debe a que cuando la persona empieza a encontrarse mejor es cuando dispone de la energía suficiente para llevar a cabo el plan que había diseñado para suicidarse. Por eso, no podemos bajar la guardia hasta asegurarnos que la persona se ha recuperado del todo. Confía y déjate orientar por los profesionales que se encargan del caso.
- Mito 10 – “La persona que ha tenido un intento de suicidio estará en peligro toda la vida”. Esta falsa creencia nos lleva a sobreproteger, y en ocasiones infantilizar, a las personas que en algún momento de su vida han tenido alguna conducta suicida. Las crisis suicidas duran horas, días o semanas, pero no son infinitas. Tan solo el 1-2% de las personas que intentan suicidarse lo logran durante el primer año, y entre el 10-20% lo consumarán el resto de su vida. Lo que deja un 80% de las personas que finalmente no llegan a consumarlo nunca. Teniendo en cuenta las recomendaciones del mito anterior, es importante ayudar a la persona a que retome su vida y darle la oportunidad de dejar atrás esa experiencia.
Finalmente, es importante recordar que este artículo no sustituye en ningún caso la labor profesional de los equipos de salud. Si tú o alguien de tu entorno necesita ayuda, te recomiendo consultar con un profesional para que te oriente de manera personalizada.
Espero que este artículo te haya ayudado a desmentir algunos de los mitos más comunes sobre el suicido: la vida de alguien puede depender de ello.