Tu corazón se acelera… tu respiración es rápida… las preocupaciones te invaden… te sientes fatigado/a…. ¿Te suena familiar? La mayoría de personas se encuentran sometidas a situaciones estresantes en los distintos ámbitos de su vida: en el trabajo, en el cuidado de los hijos/as, en la pareja, en las finanzas,… Los datos son escalofriantes. En España, cuatro de cada diez personas experimentan estrés de manera frecuente o continuada, lo que equivale a 12,5 millones de españoles (Cinfasalud). En el ámbito laboral, el 20% de los trabajadores en Europa reconocen tener problemas de estrés laboral, siendo una de las principales causas de problemas de salud en el trabajo (Eurofound). En definitiva, el estrés se ha convertido en un enemigo silencioso que nos afecta en mayor o menor medida a todos y a todas.
Coloquialmente hablamos de estrés para referirnos a la tensión que aparece cuando debemos enfrentar algún problema. Pero, ¿qué es realmente el estrés? ¿Qué síntomas produce? ¿Cómo afecta a nuestra salud? En este artículo respondemos a estas y otras preguntas con el objetivo de que aprendas a identificar las señales de alerta del estrés y puedas prevenir sus efectos a tiempo.
¿Qué es el estrés?
La palabra estrés proviene del verbo en latín “stringere” que significa “provocar tensión o deformación”. De hecho, el término “estrés” fue empleado en primer lugar por la física para describir la fuerza que se aplica a un objetivo para deformarlo o romperlo. No fue hasta el siglo XX cuando el fisiólogo canadiense Hans Selye importó este concepto de la física a la medicina para definir la respuesta de un organismo ante un estresor. En la década de 1930, el Dr. Selye observó que todos sus pacientes presentaban una serie de síntomas comunes, independientemente de la enfermedad que padecieran: pérdida de apetito, fatiga, astenia,… a lo que denominó “síndrome de estar enfermo”.
Actualmente, el estrés se define como un proceso de activación del organismo que se origina cuando la persona percibe que las demandas del ambiente (ej. cargas laborales), superan sus habilidades o recursos para hacer frente a la situación (ej. recursos personales y laborales), lo que da lugar a una serie de cambios corporales y psicológicos, que mantenidos en el tiempo, pueden terminar causando problemas de salud (ej. patologías cardiovasculares). Dicho en otras palabras: nos estresamos cuando sentimos que no somos capaces de afrontar una situación o amenaza, produciéndose un desequilibrio entre las demandas y los recursos para afrontar dichas demandas.
¿Cuáles son los síntomas más comunes del estrés?
Aprender a reconocer los síntomas de estrés es un paso fundamental para saber manejarlo. Sin embargo, no es tarea fácil, ya que cada persona tiene su propio patrón de síntomas de estrés: hay personas que les duele la cabeza, en otros casos predominan las preocupaciones y los pensamientos negativos, en otras personas el estrés ataca al estómago,… Además, una misma persona puede manifestar distintos síntomas en función del tiempo: por ejemplo, una activación corporal muy intensa en primeras etapas que con el paso del tiempo deriva en una sensación de fatiga e irritabilidad. Por ello, lo más sencillo es agrupar los síntomas de estrés en cuatro grandes grupos:
- Síntomas fisiológicos (corporales): el estrés produce una gran activación en nuestro cuerpo para dar respuesta a la situación. Se activa el sistema nervioso simpático y el sistema endocrino (encargado de liberar hormonas como la adrenalina y el cortisol), lo que produce a su vez una cascada de síntomas: aumento del ritmo cardiaco y respiratorio, tensión muscular, sudoración, dilatación pupilar,… Esta activación corporal puede derivar en dolores de cabeza, dolor de pecho, malestar estomacal (diarrea o estreñimiento), problemas de sueño (insomnio o exceso de sueño), disminución del deseo sexual y una sensación de fatiga y falta de energía.
- Síntomas cognitivos (pensamientos): cuando estamos estresados nos invaden las preocupaciones sobre las tareas que debemos hacer y pensamientos negativos sobre nuestra capacidad personal. Además, es habitual que aparezcan dificultades para tomar decisiones, problemas de concentración, olvidos y fallos de memoria, confusión y una sensación de bloqueo mental.
- Síntomas emocionales: el estrés suele acompañarse de otras reacciones emocionales como el miedo, irritabilidad, frustración, apatía, falta de motivación y tristeza, así como una baja autoestima y una sensación de vulnerabilidad emocional.
- Síntomas conductuales (comportamientos): la activación corporal produce en muchas ocasiones tartamudeo, hablar de forma atropellada, risa nerviosa, movimientos repetitivos, morderse las uñas, expresiones de ira,… Además, cuando estamos estresados/as suelen aparecer una serie de hábitos poco saludables, como una mala alimentación, el abuso de alcohol y otras sustancias, o el aislamiento social.
¿Cuáles son las consecuencias del estrés a largo plazo?
El estrés puede estar afectando negativamente a tu salud aunque no te des cuenta. A menudo pensamos que es un virus el responsable de nuestro dolor de cabeza o de nuestro malestar, pero en muchas ocasiones es el estrés quien está causando estos síntomas. Cuando el estrés se cronifica, y el cuerpo se mantiene alerta durante largos periodos de tiempo, nuestras reservas de energía se consumen y terminamos enfermando, ya sea exacerbando patologías existentes o desarrollando algunas nuevas:
- Alteraciones cardiovasculares: el estrés aumenta la frecuencia cardiaca y la presión arterial, siendo uno de los principales factores de riesgo de enfermedades coronarias como los infartos de miocardio, insuficiencias cardiacas o isquemias.
- Alteraciones gastrointestinales: el estrés crónico produce dolor de estómago, diarrea o estreñimiento, acidez, vómitos, gases,… También favorece el desarrollo de enfermedades como la colitis ulcerosa o el colon irritable.
- Alteraciones inmunológicas: la hiperactivación del organismo cuando el estrés se cronifica provoca que nuestro sistema inmune se debilite, lo que nos hace más vulnerables a padecer infecciones (ej. herpes o gripe) o alergias. También puede dificultar la evolución de ciertas enfermedades como el cáncer.
- Alteraciones endocrinas: el estrés eleva la concentración de azúcar en sangre, lo que a su vez incrementa el riesgo de sufrir obesidad y diabetes.
- Alteraciones respiratorias: el aumento del ritmo respiratorio provocado por el estrés puede derivar a largo plazo en episodios de hiperventilación o una sensación de falta de aire.
- Problemas dermatológicos: cuando estamos sometidos a estrés crónico, el organismo deja de regular correctamente la hidratación de la piel, favoreciendo la aparición de dermatitis, caída de pelo, acné o eczemas.
- Sistema reproductor: el estrés crónico también produce irregularidades en los ciclos menstruales, disminución de la fertilidad, pérdida del deseo sexual o disfunción eréctil.
- Trastornos mentales: a nivel psicológico, el estrés crónico favorece el desarrollo de trastornos de ansiedad (ej. ansiedad generalizada, ansiedad social, pánico, agorafobia,…), trastornos del estado de ánimo (ej. depresión, distimia,…), trastorno obsesivo-compulsivo, estrés postraumático o abuso de alcohol y otras sustancias.
¿Necesitas más motivos para ponerte manos a la obra y empezar a gestionar tu estrés? No te olvides de seguirnos para no perderte futuros artículos en los que hablaremos de las causas del estrés, su funcionalidad, los diferentes tipos de estrés que existen y las principales recomendaciones para que aprendas a manejar el estrés.